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  -Los demonios de Swedenborg
 

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"Los demonios de Emanuel Swedenborg (1688-1772) no constituyen una especie; proceden del género humano. Son individuos que, después de la muerte, eligen el infierno. No están felices en esa región de pantanos, de desiertos, de selvas, de aldeas arrasadas por el fuego, de lupanares y de oscuras guaridas, pero en el Cielo serían más desdichados. A veces un rayo de luz celestial les llega desde lo alto; los demonios lo sienten como una quemadura y como un hedor fétido. Se creen hermosos, pero muchos tienen caras bestiales o caras que son meros trozos de carne o no tienen caras. Viven en el odio recíproco y en la armada violencia; si se juntan lo hacen para destruirse o para destruir a alguien. Dios prohíbe a los hombres y a los ángeles trazar un mapa del infierno, pero sabemos que su forma general es la de un demonio. Los infiernos más sórdidos y atroces están en el Oeste. Como la inspiración no acude, te copié este interesante capítulo de El Cielo y sus maravillas y el Infierno de Emanuel Swedenborg, libro que pedí en la Biblioteca del barrio. Me lo recomendó indirectamente Jorge Luis Borges, quien opinara sobre este autor sueco que vivió entre 1668 y 1772: «Voltaire dijo que el hombre más extraordinario que registra la historia fue Carlos XII. Yo diría: quizá el hombre más extraordinario –si es que admitimos esos superlativos– fue el más misterioso de los súbditos de Carlos XII, Emanuel Swedenborg». Puesto que los ángeles tienen un lenguaje conformado por palabras, en consecuencia poseen una escritura a través de la cual expresan sus propios sentimientos. En más de una ocasión, pude ver hojas escritas a mano o impresas muy similares a las terrenales y también pude leerlas, pero sólo obtuve permiso para examinar uno o dos pensamientos, puesto que el orden divino prevé que nosotros recibamos nuestra instrucción a partir de las Sagradas Escrituras, y no de otros textos. Sólo a través de las Sagradas Escrituras tiene lugar la comunión y la unión del Cielo con el mundo, y la del Señor con el hombre. A este respecto, las palabras de Ezequiel nos dicen que a los profetas se les aparecieron hojas escritas en el Cielo. «Miré y vi que tendía hacia mí una mano que tenía un rollo. Lo desplegó delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás» (Ezequiel, II, 9-10). Y en san Juan: «Y vi, en la mano derecha de Aquel que estaba sentado sobre el trono, un libro en forma de rollo, escrito por delante y por detrás, sellado con siete sellos» (Apocalipsis, II, 1). A causa de la existencia de las Sagradas Escrituras, el Señor ha previsto que en el Cielo estén consignados los escritos. En su esencia, las Sagradas Escrituras constituyen la divina verdad, de la cual procede la sabiduría celeste, tanto entre los hombres como para el resto de las criaturas, por cuanto ha sido dictada por el Señor, es decir, que el dictado del Señor atraviesa los Cielos y, finalmente, alcanza al hombre. En consecuencia, las Sagradas Escrituras están adaptadas tanto a la sabiduría de los ángeles como a la inteligencia de los hombres. De aquí se sigue que también los ángeles tienen las Sagradas Escrituras y las leen de la misma manera que los hombres; a partir de ellas obtienen sus propias doctrinas, y los sermones que se celebran en los Cielos las observan. Se trata de las mismas Escrituras que están entre nosotros en la Tierra. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a nosotros se nos aparece el sentido natural y literal, mientras que los ángeles alcanzan su sentido espiritual o interior. Cierto día, me fueron enviadas desde el Cielo unas hojas sobre las cuales estaban escritas algunas palabras en letras hebreas. Se me dijo que cada letra encerraba en sí secretos de sabiduría y que estos secretos estaban comprendidos en las inflexiones y las curvaturas de las letras, e incluso en sus sonidos. Comprendí claramente el significado de las siguientes palabras del Señor: «Pues en verdad os digo que antes pasarán el Cielo y la Tierra que una yod o una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido» (Mateo V, 18). En efecto, en las Sagradas Escrituras hay cosas divinas y secretas que encierran, incluso, las más insignificantes letras, los acentos y los signos de puntuación. En las Escrituras que existen en el Cielo se encuentran los arcanos que no son susceptibles de ser expresados mediante el pensamiento. Las Escrituras de los Cielos interiores son, en cambio, similares a las del mundo; no resultan inteligibles para el hombre, puesto que están escritas en la lengua angélica, que no tiene nada en común con las lenguas humanas. En efecto, con las vocales, los ángeles de los Cielos inferiores expresan los sentimientos, con las consonantes, las ideas, y con las palabras que de allí resultan, el sentido de las cosas. Las Escrituras que me fueron mostradas encierran en pocas palabras muchas más cosas que las que el hombre alcanza a describir en muchísimas páginas. Las Sagradas Escrituras están escritas de esa manera por los ángeles de los Cielos inferiores, mientras que, en el Cielo profundo, están escritas por medio de formas angélicas. Resulta evidente que los escritos celestes se derivan naturalmente de los propios pensamientos de los ángeles, con tanta facilidad, que parecerían formarse espontáneamente. La mano no duda en la elección de las palabras, puesto que las palabras que pronuncian, tal como aquellas que escriben, se corresponden con las ideas que surgen en su mente, y esta correspondencia es absolutamente natural. He podido ver ciertos escritos en el Cielo, compuestos solamente por números sistemáticos ordenados, y dispuestos en series, de la misma manera que los escritos conformados por letras y palabras. Me fue dicho que esta escritura proviene del Cielo profundo, y que la escritura celeste, de la cual he hablado más arriba, asume la forma de números para los ángeles del Cielo inferior. También esta escritura numeral encierra secretos arcanos, algunos de los cuales no pueden ser acogidos en el pensamiento ni expresados con las palabras. En efecto, los números, al igual que las palabras, poseen un significado basado en las correspondencias; sin embargo, existe una diferencia: los números encierran conceptos generales y las palabras conceptos particulares. Puesto que un único concepto general encierra innumerables conceptos particulares, de aquí se deriva que la escritura numeral encierra muchos más secretos que la compuesta por letras. Aquellos que no tienen ningún conocimiento sobre el Cielo, viéndole como un fenómeno puramente atmosférico en donde viven los ángeles en cuanto seres puramente etéreos, privados del uso de la vista y del oído, no alcanzan a concebir que exista un lenguaje y una escritura celestes; en efecto, estas personas identifican la existencia de todas las cosas con el mundo material, de todas formas las cosas en el Cielo existen y son tan reales como las del mundo. En el Cielo, los ángeles poseen aquello que resulta útil para sus vidas y al desarrollo de su sabiduría.

 
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